Hoy Domingo culminamos la octava de Pascua, hace ocho días exactos celebrábamos que Cristo resucitó de entre los muertos, pero para nosotros los cristianos, este segundo domingo pascual es aún el día de la Resurrección, porque el misterio pascual de Cristo es tan grande que no podemos encerrarlo en veinticuatro horas, por eso celebramos la Octava de Pascua la cual termina con este domingo e iniciamos el tiempo pascual, tiempo de gracia y transformación.
Además, este domingo recibe tradicionalmente el nombre de Domingo de la Divina Misericordia que no es una fiesta nueva, sino una distinción especial que tradicionalmente se le da como a muchos domingos, por ejemplo: hay un domingo de Lázaro, de la Samaritana, del Buen Pastor, entre otros.
Pero ha cobrado aún mayor realce este domingo por una santa polaca Faustina Kowalska, a quien Jesús se apareció hace aproximadamente noventa años y pidió ser venerado en esta imagen de Jesús de la Divina Misericordia que lleva como firma Jesús confío en ti. Por eso habrá que repetir siempre en nuestra vida: “Jesús, confío en Ti”.
Jesús hizo varias peticiones a sor Faustina, que por cierto murió a los treinta y tres años (la edad de Jesús):
Que esta imagen sea solemnemente homenajeada el Segundo Domingo de Pascua. (Imagen bella, que refleja a Jesús que da su bendición con una mano y con la otra toca su corazón abierto de donde brotan dos rayos uno rojo y otro blanco, sangre y agua.
Que los sacerdotes proclamen la Devoción de la Misericordia a todos los pecadores: Que el pecador no tenga nunca miedo de acercarse a Él.
El Evangelio de hoy nos invita a creer en Jesús misericordioso, por eso escuchamos que Jesús se presenta el mismo día de la resurrección por la tarde a los apóstoles y aunque ellos tienen miedo, no les dice cobardes, ¿por qué me abandonaron? Al contrario les saluda, los ve con misericordia:
- La paz esté con ustedes: como quien dice, tranquilos, comprendo sus temores, sus angustias… les perdono, en otras Palabras: Confíen en mí…. Jesús confío en Ti.
- Como el Padre me envió, así los envío yo a ustedes: Jesús confía mucho en nosotros también, nos ve con ojos de misericordia y sabe que podemos hacer mucho por su Reino y por eso nos envía también a nosotros a anunciar su misericordia, a ser misioneros de la misericordia.
Y aún más, nos deja el auxilio del Espíritu Santo, toda la Iglesia recibe la fuerza de su Espíritu, y a ellos les da el poder de perdonar los pecados. Ese es Jesús misericordioso, que nos deja el sacramento de la Misericordia, el sacramento del Perdón de los pecados, de la Reconciliación, porque siempre estará dispuesto a perdonar.
Y así estos tres dones empiezan a transformar a los discípulos, ahora están más fuertes, más valientes, pueden anunciar a Cristo Resucitado sin temor. Pero, resulta que faltó un discípulo, el famoso Tomás, quien dijo: “hasta que no meta mi mano en su costado, no creeré”, así también hay personas ahora, no creen porque no ven.
Sin embargo, lo más importante de este mundo no se ve, ni se toca, por ejemplo el aire, la luz, la energía. Por eso Jesús le dice a Tomás “Tú crees porque me has visto, dichosos los que creen sin haber visto”. Finalmente Tomás responde: “Señor mío y Dios mío” y transforma su corazón, su ser ante la presencia misericordiosa de Jesús, porque toca sus llagas, toca su amor, toca su misericordia.
Este es el tiempo de la Pascua, tiempo también de la misericordia, de la transformación, de resucitar a una vida nueva. Por eso veamos cómo se transformaron los discípulos luego de la resurrección de Cristo:
La Primera lectura nos presunta un resumen de aquella primera comunidad, ¿cómo vivía aquella comunidad primitiva, la iglesia naciente? Veamos:
Tenía un solo corazón y una sola alma.
Todo lo poseían en común y nadie consideraba nada como suyo.
Esto es ser Iglesia, vivir transformados por Jesucristo vivo, vivir resucitados nosotros también buscando los bienes del cielo. Hoy es difícil este modo de vida porque estamos invadidos por el capitalismo, un ambiente de consumismo materialista, de egoísmo (el solo yo, por ejemplo: I-phone, I-Pad, etc…) y fácilmente nos dejamos llevar por la corriente “vivimos materializados” o como dicen los jóvenes “a la última moda”… ¿Dónde está nuestro corazón y alma?
Por eso la segunda lectura nos ayuda a vivir venciendo al mundo, y no dejando que el mundo nos venza a nosotros con el egoísmo consumista. Dice san Juan “¿quién es el que vence al mundo? Sólo el que cree que Jesús es el Hijo de Dios” Esta es la vitalidad, la fuerza de la Pascua, vivir resucitados con Cristo es vivir venciendo todo lo que nos hace morir: la tristeza, el pesimismo, el egoísmo, el pecado….
En este domingo estamos invitados a transformarnos, a cambiar, a ser también misioneros de la misericordia, paso a paso, así como los apóstoles, pasando del miedo al ardor misionero, para ser discípulos de la misericordia.
Por su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. María, madre de misericordia, ruega por nosotros.