«Si alguien hoy en día se le preguntara si desea ser pobre, ciertamente pensaría que la pregunta es necia».
Y para consumir es necesario contar con dinero, entre más mejor. Siempre ha sido duro y difícil ser pobre, pero más en la sociedad contemporánea, donde el valor de las personas se mide muchas veces por el poder adquisitivo, es decir, el grosor de la billetera o el volumen de la cuenta bancaria.
Justamente el papa Francisco, en la Exhortación Evangelii Gaudium, denuncia con fuerza que hoy en día se ha caído en la ¨ idolatría del dinero¨ y se ha reducido al ser humano ¨a una sola de sus necesidades: el consumo¨. Como consecuencia, los pobres resultan excluídos, simplemente no interesan, porque no son piezas que aporten algo importante a la cadena de la producción y el consumo.
En medio de este triste panorama, el papa vuelve a subrayar con energía la propuesta cristiana: ¨ ¡el dinero debe servir y no gobernar! ¨ . Se trata de una radical inversión de valores, donde la persona, todo ser humano, ha de estar en el centro de la actividad económica, en el lugar del lucro y los bienes de consumo.
No es que el dinero o las riquezas sean algo malo o pecaminoso en sí. Tampoco quiere decir que el cristiano no pueda aspirar a producir riqueza. Pero hay dos criterios que son fundamentales en la moral cristiana y a la luz de ellos debe verse la actividad económica: se trata de la perspectiva del ¨mandamiento más importante¨, que para Jesús se bifurca en dos, íntimamente entrelazados: el amor incondicional y absoluto a Dios, que no puede desligarse del amor al prójimo.
Poner a Dios en primer lugar significa renunciar a los ídolos, en particular a la idolatría del dinero. Por eso Jesús advierte con claridad: ¨nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero. ¨ (Mt 6,24) En consecuencia, el Señor invita a confiar en la providencia divina, y a no perder la paz por la comida, o el vestido, pues si Dios se ocupa de las aves del cielo y de la hierba del campo, cuánto más de sus hijos (Mt 25-34).
¡Qué bien hacen estas palabras de Jesús en la sociedad del dios consumo y la diosa publicidad, que incitan nuestra vanidad y nos hacen caer en la trampa de comprar incluso más allá de nuestras reales necesidades! Por eso Cristo nos exhorta a buscar ¨primero el Reino de Dios y su justicia¨, y todo lo demás se nos dará por añadidura. En otras palabras, la pobreza evangélica nos pide dar la primacía a Dios y relativizar los bienes terrenales.
La pobreza evangélica es optar por Dios como nuestro verdadero tesoro, lo cual nos lleva a desapegarnos de los bienes terrenos y a ser capaces de compartir lo que tenemos con los más necesitados. ¿Es éste nuestro paradigma?
Finalmente, concluyo con dos frases del papa Francisco que nos hará reflexionar dentro de este contexto que describo:
«Los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos». Evangelii Gaudium, (Pg.41). ¨El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que hasta el Él mismo se hizo pobre¨. Evangelii Gaudium, (Pg. 155).
Oración
¨ Amado Señor, ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.
Inunda mi alma de espíritu y vida.
Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto que toda mi vida solo sea una emanación de la tuya.
Brilla a través de mí, y mora en mí de tal manera que todas las almas que entren en contacto conmigo puedan sentir tu presencia en mi alma.
Haz que me miren y ya no me vean a mí sino solamente a ti, oh Señor.
Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás a través de mí; serás Tú quien ilumine a los demás a través de mí.
Permíteme pues alabarte de la manera que más te gusta, brillando para quienes me rodean.
Haz que predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo, por la fuerza contagiosa, por la influencia de los que hago, por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón. ¨
Amén.
Beato cardenal John Henry Newman
Manuel Díaz M.
Dpto. Espiritualidad
Consejo Central.