Durante los últimos dos años, hemos dedicado nuestro estudio a las Bienaventuranzas y para este nuevo año, hemos escogido la Exhortación Apostólica de S.S. Francisco, Gaudete et Exsultate. Es decir Alégrense y Regocíjense (Alegraos y Regocijaos); en la cual el Santo Padre plantea una actualización del tema perenne de la llamada a la Santidad.
Tema especialmente pertinente para la Acción Católica en salida y no sólo nos recuerda el Papa, que hemos sido llamados a la santidad, sino que nos facilita herramientas y estrategias útiles en nuestras realidades y circunstancias actuales.
Para recorrer este itinerario vamos a tomar el texto de la Exhortación y cuando la cita no es textual, se tomará en extractos. A continuación, la presentación que hace el P. Francisco en los números 1 y 2 «Alegraos y regocijaos» (Mt 5,12), dice Jesús a los que son perseguidos o humillados por su causa. El Señor lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada. En realidad, desde las primeras páginas de la Biblia está presente, de diversas maneras, el llamado a la santidad. Así se lo proponía el Señor a Abraham: «Camina en mi presencia y sé perfecto» (Gn. 17,1).
No es de esperar aquí un tratado sobre la santidad, con tantas definiciones y distinciones que podrían enriquecer este importante tema, o con análisis que podrían hacerse acerca de los medios de santificación. Mi humilde objetivo es hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef. 1,4).
Dado que fue publicado en fecha 19 de marzo de 2018 Solemnidad de San José, nos confiamos a su intercesión silente pero eficaz. Que interceda ante el Señor para que nos conceda la docilidad al Espíritu Santo y la fortaleza para cumplir la voluntad del Padre, tal como lo hizo él como Custodio en la tierra del Niño Jesús de María la Madre del Señor.