La fiesta de Pentecostés cierra el ciclo Pascual. En este día, la comunidad de los primeros creyentes, apóstoles, discípulos, las mujeres que acompañaban a Jesús (entre ellas, María, la madre del Señor), recibieron al Espíritu Santo. Desde entonces, Dios mismo vino a habitar entre nosotros. El Señor les dio el poder de perdonar los pecados. Para ellos fue como comenzar de nuevo, como criaturas diferentes, recién creadas por Dios. Así comenzó la historia de Adán y Eva. Así comenzó nuestra Iglesia: toda pura. La fuerza del Espíritu no nos convierte automáticamente en santos y perfectos. Continuamos con nuestras debilidades y tentaciones, pero con la posibilidad de perdonar y ser perdonados. Esa es la fuerza que hace que la Iglesia, la comunidad de los creyentes, sea siempre joven, dinámica y que supere crisis, escándalos, dificultades y problemas que parecen invencibles.
Es así desde hace más de 2000 años. Cuando escuchamos la palabra ¨Iglesia¨, inmediatamente pensamos en edificios muy lindos, grandes o pequeños.
Como Iglesia estamos viviendo en tiempos extraordinarios. Nunca hemos visto algo similar. Ante semejante crisis hay dos maneras de reaccionar. Reaccionar con los ojos de la Fe, los ojos abiertos, o reaccionar como los ciegos, los que no tienen fe y viven en oscuridad. Es cierto que son momentos de incertidumbre, pero no hay nada de lo que nos está ocurriendo que escape de las manos de Dios.
Que nos quede claro: No estamos solos, Dios no nos ha abandonado, Dios está más cerca que nunca. ¿Cuándo fue la última vez que realmente has contemplado la Cruz? ¿No te has dado cuenta que Jesús está clavado allí y que no se puede salir? La cruz no está vacía. Tu cruz no está vacía, está Jesús clavada en ella. No hay cruz que llevemos solos porque no hay cruz sin Cristo. Él no nos abandona y menos en este tiempo de Pandemia.
Dones que nos regala el Espíritu Santo:
1.- Sabiduría: Para conocer la voluntad de Dios y tomar decisiones correctas.
2.- Entendimiento: Para saber interpretar y comprender el sentido de la Palabra de Dios.
3.- Ciencia: Para saber descubrir a Dios en su creación y desarrollarla.
4.- Consejo: Para orientar a otros cuando lo solicitan o necesitan ayuda.
5.- Fortaleza: Para luchar sin desanimarnos a pesar de los problemas y las dificultades.
6.- Piedad: Para reconocernos como hijos de Dios y como hermanos entre nosotros.
7.- Temor de Dios: Evitar las ocasiones de pecado y cumplir a cabalidad sus mandamientos.
Al celebrar la fiesta de Pentecostés, unidos en oración como los primeros discípulos lo estaban con María, la madre de Jesús, invoquemos la intercesión de nuestra Señora en este mes, y repitamos en nuestro interior la petición que antecede en la liturgia eucarística al Evangelio de ese día: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en nosotros, la Acción Católica el fuego de tu amor.